jueves, 21 de octubre de 2010

Entrando a un sueño...

Hace poco más de un mes que aterricé o, mejor dicho, puse un pie sobre esta acogedora ciudad llamada Saint-Etienne. Como bien he rectificado, no aterricé aquí, sino que llegué tras un bochornoso y eterno viaje en autocar procedente desde Murcia (viaje, del cual no faltan anécdotas de todo tipo) y descargué mis cuarentaitantos kilos de equipaje en una parada, que parecía estar en medio de la nada, situada en la estación de tren "Chateaucreux", y con intención de llegar hasta mi ansiado (y más que nunca en ese momento) destino: La "Residencia Littre" (32, Rue Emile Littre).

Un placer para la vista

Previo a ese preciso instante en el que mis pies tocaban tierra firme después de más de 20 horas de trayecto, mis ojos, junto a los de otras dos chicas de Almería que venían conmigo, pudieron contemplar el increíble paisaje que se dejaba ver tras la ventanilla, por el camino desde Lyon hasta nuestra ciudad destino. Terriblemente cansadas, pero a la par emocionadas, nuestros párpados pesaban, aunque la sensación de nervios era más fuerte que cualquier mota de cansancio que pudiéramos acumular en nuestro cuerpo. Y, como cuento, tras ese cristal frío del autocar, podíamos contemplar un increíble manto verde sobre montañas, entre los que se encontraban grandes urbanizaciones de casas y vidas. Una estampa totalmente distinta a lo que acostumbrábamos a ver en los paisajes casi o prácticamente desérticos (aunque también con encanto) de nuestra ciudad almeriense.
Sin duda, parecía que estábamos lejos, muy lejos de nuestras casas. Y, de pronto, fuimos conscientes de que estábamos adentrándonos en el sueño. Acabábamos de empezar a dormir y éstas eran las primeras imágenes que podíamos comenzar a saborear. Imágenes de un sueño para el que no era necesario cerrar los ojos, sino simplemente, poder vivirlo.

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